Dos hombres se ecuentran encerrados en una sala sin saber por qué están ahí. No pueden salir, no pueden abrir la puerta y no saben por qué. Hoy, tres días después de su encierro, ha entrado un grupo de personas (el público) en la sala. Los dos hombres no saben qué hace esta gente ahí con ellos. La puerta sigue cerrada, mientras intentan averiguar como poder abrirla y escapar de ahí, antes de que la locura se apodere de ellos.

Julio es una vieja gloria de la interpretación a la que su mujer ha echado de casa por encontrarle con una de sus amantes, que luego, resulta que no es amante. ¡Y todo esto justo en la víspera del casting más importante de su carrera! ¡Ése que podría devolverle a su lugar como uno de los mejores actores de este país! Así que Julio se refugia en un hotel con intención de prepararse esa prueba tan crucial para su extinta carrera... pero resulta que el papel requiere que baile... Y él no es capaz. En absoluto lo es. ¡No tiene sentido del ritmo! Y en ésas se las ve, cuando, por la ventana, se cuela una supuesta ladrona, que resulta que no, que es una periodista; que, al final, resulta que no, que tampoco, porque, tal vez, puede que sea, si no sigue mintiendo y engañando, la profesora de baila perfecta para Julio. Y, a lo mejor, ¿quién sabe?, entre ellos puede surgir el amor... o, tal vez, de nuevo, ¿quién sabe?, esa alegre muchacha tenga otras intenciones mucho más oscuras. La vida y el amor son sorprendentes. ¡En comedias así, nunca se sabe!